martes, 6 de febrero de 2018

ORGANIZACIÓN DE ESPACIOS.

En toda practica deportiva uno de los aspectos más importantes es la organización del espacio donde se va a realizar la actividad.
Lo primero que se debe hacer es tratar de encajar el grupo en el espacio que tienes para realizar sesión.
Una vez que tienes acatado el lugar se debe tener en cuenta varios factores para que la sesión sea productiva y segura.
En el punto de productiva tiene mucha importancia el profesor/entrenador... ya que tiene que gestionar y encajar todos estos temas relacionados para una correcta y enriquecedora actividad.


MOTIVACIÓN
El primer paso es crear un ambiente positivo, rico en estímulos y respuestas, donde los jóvenes se motiven intrínsecamente. Se debe facilitar un clima adecuado en el que tanto el entrenador como los jugadores se sientan cómodos e integrados, aseguren su presencia en un grupo, compartan el valor de colectivismo y se establezcan relaciones afectivas y de intercambio.
Hay que tener en cuenta que el modelo que se plantea debe estructurarse desde este nivel y que su cimiento es la confianza dentro del grupo. Si el entrenador no es capaz de proporcionar un terreno apto para las experiencias positivas de los participantes, difícilmente podrá avanzar en la consecución de los objetivos propuestos.
El proceso para preparar esta fase comienza antes de recibir a los deportistas. Conocer los antecedentes de los jóvenes puede darnos muchas pistas de sus comportamientos y actitudes, permitiendo anticiparse a los problemas.
Es oportuno, en el trabajo diario, establecer rutinas de organización de las sesiones que faciliten la toma de responsabilidad del grupo, especialmente en la utilización y almacenamiento del material y el formato de la sesión. Explicar el contenido del entrenamiento, sus objetivos, y finalizar con una reflexión final acerca del desarrollo de la misma puede ayudar a interiorizar lo que se pretende transmitir.

 RESPETO
En este nivel se busca obtener autoridad, unida al afecto incondicional y a la máxima atención, sin dar cabida al autoritarismo ni tampoco a la permisividad. Para ello se deben establecer una serie de reglas que rijan los entrenamientos y partidos. Hay normas que son innegociables, como el rechazo a la violencia física y verbal o el respeto a los compañeros. A partir de ellas, se comenzará un proceso de negociación democrática para establecer el resto.
Es importante que estas limitaciones surjan de un previo acuerdo entre todo el grupo.
De esta manera se sentirán en la libertad de elegir y ser partícipes de las decisiones del equipo. Es posible que puntualmente alguno de los miembros del grupo no se implique en la actividad propuesta, pero dicho pacto de limitaciones libremente aceptadas puede ser un estímulo para facilitar el desarrollo normal de la sesión.
Este nivel es una base sobre la que construir posteriores valores y garantiza el funcionamiento de la actividad. Para ello es necesario aceptar a todos, respetar al educador, mantener cierto nivel de atención y establecer un adecuado nivel de confianza cimentada en la empatía por los demás. El entrenador o formador, tiene que ser coherente con las normas y con su comportamiento. También está sujeto a ellas y deberá ofrecer un buen ejemplo; de lo contrario, no tendrá ningún argumento moralmente válido para que ellos las cumplan.

COMPROMISO
 Estos pequeños retos deben servir al joven para iniciar una nueva búsqueda de éxito. Un éxito que, este caso, ya no es superar a un adversario sino superarse uno mismo, minimizando el aspecto competitivo y potenciando el trabajo personal y la capacidad de esfuerzo. El trabajo de motivación del formador es constante durante el proceso, resaltando en todo momento los progresos y reforzando su ánimo.

COOPERACIÓN 

En las estructuras deportivas actuales impera el carácter competitivo. Los jóvenes se esfuerzan por lograr objetivos que no todos pueden alcanzar, lo que conlleva interacciones muchas veces negativas. Desgraciadamente en demasiadas ocasiones desemboca en: “Tu éxito me perjudica; tu fracaso me beneficia”. En definitiva una estructura deportiva de desvínculo: “Tu compañero es un competidor, un rival, un obstáculo que saltar”.
Sin embargo, en las estructuras de carácter cooperativo, cada joven alcanza sus objetivos al mismo tiempo que el resto de sus compañeros, por lo que se promueve una interdependencia positiva entre los logros de todos los participantes. Aquí la frase que se desprende es la siguiente: “Tu éxito es mi éxito y mi fracaso, tu fracaso también, por tanto nuestro traba- jo, esfuerzo, problemas y soluciones son conjuntos”. El adversario coopera, por oposición, para que mejoren nuestras capacidades.
Lo anterior no pasaría de ser simple retórica si no fuera porque a través del fomento de las actividades físicas cooperativas dentro del ámbito deportivo, y por ende educativo, es posible modificar la concepción competitiva imperante en los juegos infantiles y en los deportes actuales. El panorama está repleto de factores como la eliminación, la desintegración, la agresión y el egocentrismo, entre otros, que podrían verse desplazados por la colaboración, la inclusión, la creatividad y la toma de decisiones conjuntas.
 

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